9 de junio de 2013

Valdesaz y "su" San Macario

Un estudio serio sobre los orígenes de la devoción
a San Macario en Valdesaz (Alcarria),
y un estudio histórico sobre este pueblo.

López Sotillo, Jesús María: Valdesaz y San Macario. Aache Ediciones. Guadalajara, 2013. 256 páginas, numerosas ilustraciones. ISBN 97-84-15537-28-1

José Luis García de Paz, junio de 2013

Me apetecía leer un ejemplar del libro “”Valdesaz y San Macario. Origen, permanencia y cambio de una relación centenaria”, de Jesús María López Sotillo. Primero me atrajo que el autor fuera un hijo de valdesaceños que es sacerdote y profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca. Por otro la curiosidad que plantea la pregunta del inicio de la contraportada del libro: “¿Por qué los predicadores en las fiestas patronales nunca hablan del patrón de Valdesaz sino de otro santo que lleva el mismo nombre?” Como parte del folklore y el costumbrismo, ya fue parcialmente estudiado en 2005 por José Ramón López de los Mozos en un breve artículo de la Revista de Folklore titulado “Datos y tradiciones populares sobre San Macario, patrón de Valdesaz (Guadalajara)”.Lo primero, debo mencionar al “santo católico”, a San Macario el Egipcio (o “el viejo” o “el grande”) que vivió como eremita en el desierto al oeste del Nilo en el siglo IV. Se le considera “sanador” y “profeta”, y es venerado por coptos, ortodoxos y católicos. Hay un San Macario de Alejandría “el joven”, coetáneo del “viejo”, y otro San Macario de Jerusalén, obispo de esa ciudad (312-334), cincuenta años más viejo, que estuvo en el Concilio de Nicea y fue opositor a la herejía arriana. Los tres tienen festividad diferente en la Iglesia Católica: el “joven” es el 2 de enero, el “viejo” el 15 de enero, y el “obispo de Jerusalén”, el 10 de marzo. Hay algún San Macario más en el santoral, pero son muy posteriores. Según la “Enciclopedia Católica” http://ec.aciprensa.com , el más importante es el obispo San Macario de Jerusalén. Sin embargo, al asociar la tradición local al “San Macario de Valdesaz” con el eremitismo, se explica el porqué los sacerdotes católicos les han predicado sobre San Macario “el viejo”. Evidentemente, no podían hacerlo sobre un santo no reconocido en el santoral.
Según Antonio de Quintanadueñas (1599-1691) en su “Santos de la Imperial ciudad de Toledo y de su arzobispado” (1561), San Macario de Valdesaz era un santo venido de lejanas tierras con hábito de San Benito que era un “abogado de los males de las piernas”, por lo que su capilla estaba llena de muletas y cirios, “pregoneros de sus milagros”. Esta referencia es citada por el autor, claro, pero Quintanadueñas también menciona la devoción, confundida, de un San Blas, obispo de Calatrava muerto en Cifuentes en tiempos del emperador Decio, mientras que el verdadero San Blas fue el médico y obispo de Sebaste (Armenia) que vivió en la Capadocia a inicios del siglo IV. Es decir, que parece que la adscripción de un santo local a un santo reconocido por la iglesia en su santoral, no es un caso aislado.
Pero vamos con el libro. Éste no es ninguna “hagiografía” o historia de la vida de santos, aunque parte de él se dedica a la biografía del “auténtico San Macario” del santoral y a la devoción valdesaceña. Es un libro multidisciplinar pues contiene historia religiosa, costumbres y folklore local, recuerdos de historia familiar del siglo XX, un poco de historia de la localidad (especialmente cuando fue hecha villa) y de España cuando lo cree oportuno el autor, algunos rezos y oraciones, más una búsqueda en la parroquia, archivo familiar y archivos eclesiásticos y civiles. De refilón, el autor toca temas relativos a la iglesia, como su forma primitiva, forma actual y el incendio y reconstrucción aproximada del retablo central de ésta tras el incendio de 1978.

La mayoría de la documentación presentada (y eso no es una crítica, a veces yo mismo lo hago) ha consistido en recuperar y leer por uno mismo todos los documentos originales que se citan en los libros que mencionan a Valdesaz. Y después, buscar, interpretar y entender la parte que toca a San Macario en ellos. Al final del libro se recopilan los documentos seguidos de una serie de oraciones y textos religiosos locales (pags 177 a 213) seguidos de 132 ilustraciones (pags 215 al final). En la búsqueda de documentación, el autor ha usado con habilidad las facilidades de Internet para el acceso a libros y documentos. Creo importante la labor del autor al dejar los documentos accesibles en bloque al lector interesado.

En el aspecto de estudio y evolución de la devoción al “San Macario de Valdesaz”, no podemos más que admirar el trabajo realizado. Pero justo las “cuestiones pendientes de estudio” que cita el autor es lo que haría al libro algo imprescindible. Bien es verdad que el autor lo reconoce y lo deja para un trabajo posterior, que esperamos leer en un futuro no lejano.

En cuanto al tema de la devoción a San Macario, está claro que se mezclan tradiciones locales inverificables con hechos reales comprobables. Someramente, el San Macario de Valdesaz era un eremita vestido de benedictino que llegó desde tierras lejanas, vivió santa y brevemente en el lugar y fue allí fue enterrado. Llevados sus restos al norte tras la invasión musulmana, su recuerdo permaneció y fue objeto de devoción local tras la repoblación cristiana, se produjeron diferentes milagros y se edificó la capilla de San Macario de la iglesia parroquial allí donde estuviera su tumba.

San Benito de Nursia (480-547) fue el padre del monacato occidental, y bien pudo un eremita vestido con su hábito visitar y morir en Valdesaz antes de la invasión musulmana, no es imposible aunque sí es poco probable. Tampoco es imposible que las reliquias de ese santo fueran trasladadas al norte (a “Güesca”, sic), por ejemplo cuando Alfonso I se llevo (de grado o por la fuerza) a todo cristiano que pudo a las cordilleras norteñas desertizando el valle del Duero y aledaños. Claro que para que esta leyenda pasara de padres a hijos haría falta una población mozárabe que hubiera sobrevivido en Valdesaz y hubiera transmitido la devoción a los cristianos que repoblaron el “Valle de Sauces” después de la conquista por Alfonso VI, al menos hacia finales del siglo XII, pues Valdesaz se cita por primera vez en 1221. Pero, entonces, ¿cómo no es mencionada esta devoción en la Relación enviada a Felipe II en 1580? Esto es lo que más sorprende al autor del libro.

Por otro lado ¿Por qué le visten (y ascienden) a abad en las imágenes locales? ¿Por qué se le menciona por vez primera en 1648 como ermitaño muerto y enterrado en Valdesaz? ¿Es que prefirió callar sobre el santo "local" el autor de las Relaciones o que antes no existía asi su devoción?

En realidad, seguimos sin saber qué pasó con el "San Macario valdesaceño", como aparece “de golpe” la referencia al mismo y a su devoción. Está claro que la iglesia la prohíbe, la tolera o la permite, según la época, como recoge el documentado trabajo en el libro. Incluso la Iglesia lo intenta asimilar a San Macario “el grande", no sabe muy bien qué hacer con el santo. Recuerda a cuando la Iglesia asimila una deidad local o una fiesta pagana con un santo o Virgen, o una fiesta religiosa. Lo que pasa es que el hecho sucede en el inicio del siglo XVII y no en la “Antigüedad Tardía” o la “Alta Edad Media”. Me viene ahora a la memoria la aparición de la devoción a la Virgen de La Salceda (Peñalver-Tendilla) en Las Torres de Cotillas (Murcia) a finales del siglo XVII e inicios del XVIII. Como en otros lugares, a las cualidades y milagros originales del santo, se le van adornando y añadiendo con otros hechos dependiendo de la credulidad de los devotos locales.

El autor deja claro que, desde el Concilio de Trento, la Iglesia católica ha procurado eliminar del santoral a todos aquellos “santos” cuya existencia o milagros no se pueden verificar por la Iglesia. Pero también la Iglesia tolera las devociones locales que no estén en contra de la Doctrina. Y también, como dijimos, deja para más adelante un trabajo más extenso que esperamos leer con la misma facilidad de lectura documentada que la que tiene el libro que ahora comentamos.

3 de junio de 2013

Las memorias de Antonio Pérez Henares


Pérez Henares, Antonio: “Yo, que sí corrí delante de los grises”. Editorial Almuzara, Córdoba, 2013. 342 páginas, una ilustración.

Muy joven aún, Antonio Pérez, alias “Chani”, nos entrega el primer tomo de sus “Memorias”. Ahí es nada. Y además hechas como deben hacerse: cuando uno aún tiene memoria. Porque si esperas a escribirlas cuando pasas de los 80 y tienen que llevarte en silla de ruedas, como esperan otros, pues como que la mayoría pensamos que esas memorias se las han escrito, porque con los años (qué duro es reconocerlo) la memoria se deshilacha, y cuando vamos a por su paño, nos encontramos agujeros, hilos sueltos, lástima.
Entretejidos en sus 342 páginas, hay dos temas que se solapan continuamente: la vida personal, con sus amores (bastantes), sus odios (pocos) y sus angustias, sus miedos (algunos) y sus victorias. Y el otro tema, la realidad histórica del país, de la ciudad, de las gentes que dieron vida a una época convulsa, -ahora nos damos cuenta que apasionante- de la historia moderna de nuestro país.
Lo que nos entrega Antonio Pérez de sus memorias personales, nos lo creemos de principio a fin. No nos queda otro remedio. Es su vida, y nos la entrega, y con bastante generosidad, por cierto, aunque casi siempre tiene el pudor de no comprometer a nadie con nombres propios. Lo que nos cuenta de la historia de España en cuyo torbellino vive, es realidad absoluta, y, por lo que colijo, ha tenido que manejar mucha información, lo que hace al libro un ejemplo de hilo trabajado, de tejido documentado, de búsqueda en hemerotecas, porque no me cabe en la cabeza que todos esos datos los lleve, tan frescos, en la suya.
Solo le encuentro un pero a este libro tan entretenido y enjundioso de Pérez Henares. Aunque la culpa no es suya, sino del editor, que tenía que haberle echado una semana más de trabajo al tema: le falta un índice onomástico, lo que serviría para transformar esta obra, de simple lectura memorística, en herramienta de trabajo.
Como yo tengo la manía de leerme los libros en clave alcarreñista (una estupidez como otra cualquiera, pero estas cosas nos hacen más humanos) he ido apuntando los nombres de la gente que aparece en el libro, que es de Guadalajara, que vivió o aún vive aquí, que conozco, y que así le presta al libro una nueva dimensión, la de “libro local”.
Y en ese sentido, me voy a permitir anotar aquí, y por orden alfabético, que con esto de los ordenadores no es nada difícil conseguirlo, los nombres de alcarreños (todos varones, menos una…) que aparecen y en qué página lo hacen. Son estos:

Beladíez, Jesús
87, 260
Buero Vallejo, Antonio
14, 112
Buson, Jaime
114
Cardero Prieto ("Kinder")
110
Cobos, Emilio
43
Dominguez Unica, Rafael
314
Durán, hermanos
113
Embid Villaverde, Salvador
14
García Breva, Javier
115
García Mendez, Javier
328
Grandes, Agustín de
313
Grandes, Luis de
255 y ss.
Herguedas, José Luis
313
Irízar, don Mauro José
313
Irizar, Javier
314
Martín Carraux, Juan A.
279
Palero, Francisco
314
Pérez, Alberto
111
Relaño
241
Rey, Julio del
113
Rico, Antonio
314
Sanchez Ripa, Oscar
314
Súarez de Puga, Luis
(aunque le llama José Antonio)
313
Utrilla, Joaquin
87
Zaragoza Orts, Pedro
248
Zori, Pilar
314

Además aparecen aquí y allá sitios de la ciudad, como el “Angelo & Frankie” (p. 212) y el mítico “El Chamizo” (p. 214 y ss.), y, obviamente, la Comisaría y el Gobierno Civil de las Cruces.
En definitiva, un libro entretenido, en el que Chani oficia de cronista de la contemporaneidad, y en el que visto todo lo que cuenta, uno entiende que se ría de todos los que recién llegados a las barricadas en defensa de la Libertad y la Democracia (muerto ya el Generalísimo en la cama y silenciados sus colaboradores) anden extendiendo pasaportes de progresismo, y diciendo (sobre todo a él, que “Sí que corrió delante de los grises”) lo que está bien y lo que está mal en el retablo de la progresía.

A.H.C.