En el centenario del nacimiento de Julio Baroja, me envía un
libro sobre su figura el escritor donostiarra Félix Maraña, que tuvo la suerte
de conocer al sabio vasco, hablar con él en muchas ocasiones, y acudir a sus
enseñanzas. El librito que ha sacado la editorial Bermingham de San Sebastián,
está formado, por 124 en las que se vuelcan distintos escritos que repasan al
completo la figura de don Julio: de sus aprendizajes, de su familia, de sus
estudios y viajes, de su pasión por el folclore, de su creación de la
“etnohistoria”, de su capacidad artística y de su consideración de la vida
humana como algo esencial, desde una raíz antropológica muy firme.
Maraña hace a través de quince artículos breves un análisis
exhaustivo de la figura de don Julio Caro. Son todos ellos sencillas
aproximaciones a su vida y su obra, con gran aparato bibliográfico, lo que
muestra también el sentido de erudición que el autor aplica a sus obras,
basando su sed de conocimientos en la lectura y la investigación. En esos
breves capítulos, Maraña nos da la visión certera de Caro Baroja. Y así le
analiza como “hombre necesario” a través de su escepticismo, de su interés por
la historia, de su basamenta antropológica, de los maestros que le forman, de su
faceta de profesor, de su amistad con el libro y los libreros, de su
aproximación estupenda al arte con dibujos, pinturas, apuntes cuajados en
exposiciones y libros, de su alejamiento de cualquier confrontación basada enel
nacionalismo, con algunas más entrevistas que Maraña le hace y finalmente con
cinco apéndices en los que aparece muy resumida la bibliografía del escritor
Caro, a quien tan difícil sigue siendo clasificar en una faceta destacada,
porque en todas destacó y nos dejó boquiabuertos.
Maraña nos describe el sentido familiar de Julio Caro,
hablando de la densidad de sentimientos hacia los suyos, “Los Baroja” que
merecieron un retrato amplio en un libro documentado que casi puede
considerarse novela. Decía el sabio norteño que “el sentido de lo familiar
tenía para él un valor casi absoluto” y a la casa de Bera de Bidasoa, a esa Itzea que está anclada junto al río,
junto a la frontera, pero en territorio administrativamente navarro, volvía
siempre que podía, porque allí era muy intenso el sentimiento de familia, de
unidad en la variedad, y ya es sabido que cuando un hombre es feliz, su
capacidad creativa aumenta.
No entra Maraña en este libro a analizar la obra
de Julio Caro Baroja, puesto que esa es tarea ardua y volumionsa, sino que nos
brinda pequeños retazos que retratan a la perfección al “hombre necesario”. En
definitiva, un libro pequeño, agradable y esencial, que en este año del
centenario ha cobrado vida (el libro está editado en 1995, a la muerte del
sabio) y que desde aquí le agradecemos muy sinceramente
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