Tercera entrega de su carrera literaria. Una carrera que va
a más. Un libro que abre nuevas perspectivas en la visión literaria del mundo
de este autor. Un escritor que ha empezado pronto la larga carrera de las
letras. Un tema que va más allá de la anécdota que presenta. Porque cuenta una
historia con validez sempiterna. La lucha de los hombres por el placer y el
dinero. La lucha entre ellos.
No desvelaré aquí donde se sitúa la acción de esta novela de
Laborda, pero sí puedo decir que se inspira en un lugar concreto de la costa
mediterránea española. Un lugar que conozco bien, y que retrata a la
perfección. Porque para los miles de veraneantes que cada año se acercan a su
costa, y se llevan en el corazón el sentimiento de haber estado una temporada,
-corta o larga según cada cual-, en el
mismísimo paraíso, este pedazo de geografía mediterránea, acunado entre
palmeras, algarrobos y fuentes es algo que se aproxima mucho a la perfección
del mundo. Sin embargo, -y aquí explota el relato que comento-, no es oro todo
lo que reluce, y dentro se agazapan las envidias, las pasiones mal contenidas,
las ambiciones cotidianas y las airadas manos. Que a veces matan.
Dos cosas deben resaltarse de esta tercera novela de Juan
Laborda Barceló. Una es la perfección de su prosa, la riqueza de vocabulario,
la bien cuadrada armonía en la sucesión de las frases. La meticulosa disección
de cada gesto, de cada escorzo, de cada paso que dan sus protagonistas. Es casi
casi como una exposición fotográfica, en la que sucesivas imágenes retratan
momentos, intenciones y recuerdos. La mayoría en escala de grises. Algunas con
filtros especiales, como en la cubierta de la obra se ha atrevido a plasmar su
diseñador. En todo caso, una lección de orden expositivo sobre un mantel de
hermosas palabras bien traídas.
La segunda cosa a resaltar en este “Paraiso imperfecto” de
Laborda es la trascendencia de la anécdota. Porque un amor, un asesinato o una
corrupción política tienen siempre, y respectivamente, dos nombres, un asesino
y una víctima, o una ocasión que ni pintada. Pero a más del amor entre Fatema y
Leandro, la violencia entre Iván y Mario, o los sucios manejos entre Branful y Sarabia, el mar de los amores, los odios y las
intrigas interesadas se levanta como un telón de fondo, un telón que el autor
analiza con la fuerza y rigor del antropólogo que sabe que todo es igual, aquí
y ahora, o hace mil años. La Servidumbre
humana de Sommerset Maughan también florece en Albassora, en la rocosa y
arenosa costa que sostiene a la sierra de Hirta, bajo la ermita de San Benet,
frente a la casita playera de El Ágora...
Me ha gustado este libro por esas circunstancias, que son
las principales: la lettra pulida en
el lenguaje y su formato, la anécdota tras la que late el continuum de la vida. Y me ha gustado también por el detalle (esta
es la clave que no descifro, pero que conozco) de ambientar una gran historia
en un lugar concreto, vivido por el autor desde su infancia, con personajes que
aún respiran en las viejas fotografías. No desvelaré nada, pero también puedo
decir que ese lugar, esa historia, y esas gentes, son tan reales que el autor
solo ha tenido que tirar de personales recuerdos, de charlas junto a la lumbre,
de viejos álbumes …
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